11 de abril de 2010

Historia medieval del Páramo Leones (Parte II)

Continuamos con la segunda parte del documento "El Páramo Leones: entre la antigüedad y la alta Edad Media". El autor se llama José Avelino Gutierrez González.

Pero antes, recordaremos el esquema del mismo:

1. El medio físico

2. Los tiempos antiguos
   2.1 ¿Un Páramo desolado?
   2.2 ¿Un Páramo desorganizado? Algunas hipótesis sobre los comienzos de la colonización campesina

3. La alta Edad Media
   3.1 Colonización agraria y apropiación feudal del Páramo leonés
      3.1.1 La formación de los dominios monásticos
      3.1.2 Los dominios episcopales
      3.1.3 La autoridad regia y la formación de grandes dominios magnaticios
   3.2 Intensificación agraria y regresión del campesinado independiente

4. Conclusiones

2. Los tiempos antiguos
   2.1. ¿Un Páramo desolado?

La mayor parte de este Páramo tuvo una baja densidad de ocupación en tiempos antiguos (Fig. 2). Los asentamientos prerromanos, siempre de tipo castreño, se encuentran preferentemente en altozanos y cerros próximos a los grandes valles y vegas de los ríos que enmarcan la meseta paramesa. A lo largo del río Esla encontramos los castros de: - Ardón, "el Castillo", en un pequeño otero sobre el escarpe del río Esla, con ocupación de la Edad del Bronce Final, I y II Edad del Hierro, reocupado en la alta y plena Edad Media.


- Ardón, "el castro", similar emplazamiento cercano al anterior, con ocupación de la Edad del Bronce Final.
- Valencia de donjuán, "el Castillo", también sobre el escarpe de terraza del Esla, es un asentamiento muy dilatado en el tiempo: desde la I y II Edad del Hierro, época romana y medieval, hasta la actualidad. La ocupación prerromana se extiende por todo el promontorio comprendido entre dos vaguadas que actúan de foso, mientras que en época romana y altomedieval el espacio parece haberse restringido al sector que ocuparía en la baja Edad Media el conocido castillo de los condes de Valencia de don Juan y sus inmediaciones.
- Algadefe, "el Teso de la Mora", situado en un otero de las terrazas altas de la margen occidental del Esla, en transición ya a la meseta paramesa, fue ocupado en la I Edad de Hierro.
- Villaornate, "Castrillino", leve otero amesetado en la ribera del Esla, poblado desde la II Edad del Hierro y época medieval hasta el siglo XVIII en que se despuebla.
- Villafer, "Belvís-Casa Vieja", emplazamiento similar y próximo al anterior, registra una ocupación de la Edad del Hierro muy potente, a la que superpone otra alto-plenomedieval.
- Fuentes de Ropel, "la dehesa de Morales", es un amplio cerrete amesetado en el escarpe de ribera del Esla, con un extenso asentamiento que presenta una dilatada secuencia de habitación desde la Edad del Bronce a la época romana y altomedieval.
- Castrogonzalo, "el Castillo", emplazamiento similar y cercano, con ocupación protohistórica y medieval.
- Castropepe, "el Castro", es también un amplio asentamiento de la Edad de Hierro en un altozano escarpado por el río.

En el valle del río Órbigo se hallan los asentamientos de:

- Turcia, "el Castro", cerro amesetado con ocupación de la Edad de Hierro y romana.
- Santibáñez de Valdeiglesias, "el Cristo", con similar emplazamiento y cronología.
- Regueras de Arriba, "el Castro", otero inmediato a las terrazas del Órbigo, también ocupado en la Edad de Hierro y época romana.
- Santiago de la Valduerna-Sacaojos, otero ya en las terrazas del río Duerna, con una potente ocupación de la I Edad de Hierro.
- San Martín de Torres, extensa loma escarpada en la ribera del río, con una amplia ocupación prerromana y romana.
- San Juan de Torres, "la Cuesta", asentamiento protohistórico (I Edad de Hierro) en un otero de base rocosa.
- Altobar de la Encomienda, similar emplazamiento, con ocupación prerromana.
- Villabrázaro, "el Peñón", cerro sobre la ribera del río, con similar cronología.
- Manganeses de la Polvorosa, "la Corona", cerro amesetado, con base rocosa, y ocupación de la I y II Edad de Hierro en las laderas y campiñas próximas.
- Benavente, "los Cuestos", en el escarpe de ribera, asentamiento pluriestratificado de la Edad de Hierro, sobre el que se asentaría la población medieval.

En la meseta de transición al Páramo tan sólo se localiza un asentamiento castreño de la I Edad de Hierro en Quintana de Raneros, "el Castro", sobre las terrazas del arroyo de Oncina, con características topográficas vinculadas a las anteriores. La característica común a todos estos asentamientos es su posición dominante sobre el entorno, siempre campiñas con un importante potencial agropecuario, inmediato a los cursos fluviales, y rehuyendo las áreas donde ese potencial no existe de forma complementaria, lo que proporciona un carácter autosuficiente, no jerarquizado, a su sistema de producción, acorde con el modelo de territorialidad autárquica e independiente observado en los castros prerromanos del noroeste.

En época romana fueron también las fértiles vegas y terrazas fluviales del Esla y Órbigo las principales áreas de asentamiento y explotación agraria, bien ocupando algunos castros anteriores o bien implantando ν Mae y otras pequeñas explotaciones agrarias en las mejores terrazas fluviales.

Así, encontramos ocupación romana en algunos de los castros anteriores:

- Valencia de don Juan, identificable con el Coviacense Castrum que recoge el obispo Hydacio en su Crónica, y probablemente también con la mansio Comeniaca del Itinerario Ravennate.
- San Martín de Torres, identificable con la Civitas Bedunie o Civitas Bedunensium mencionada en los límites augustales o terminipratorum de la Cohors IV Gallorum.
- Fuentes de Ropel, la ciudad indígena de Brigecium mencionada en los textos clásicos de la conquista romana, claramente identificada en este asentamiento a partir de recientes hallazgos epigráficos. Presenta también una ocupación tardorromana y altomedieval, con hallazgos de cerámica medieval y necrópolis en un sector reducido del amplio yacimiento prerromano-romano, además de las cuevas artificiales en los escarpes del talud del río.

Igualmente, nuevos asentamientos rurales, sobre todo tardorromanos (algunos de ellos también con interesantes perduraciones en la alta Edad Media) han sido localizados en las terrazas del Esla:

- Campo de Villavidel, "Las Lebaniegas", en las ricas tierras cerealícolas de las terrazas orientales del Esla; es una villa con mosaicos del Bajo Imperio de temas geométricos y de cacerías, que permiten considerarla como villa rústica con cierto carácter residencial. Un sector del asentamiento romano, conocido como "ermita de San Miguel" parece corresponder con la villa medieval de "Levaniega" documentada desde el siglo X y de la cual hay hallazgos cerámicos y enterramientos.
- Cabreros del Río, "el Cueto"-"Santa María", también en las terrazas de la margen izquierda del Esla, ya en la transición a "los Oteros", otro páramo amesetado al oriente del río Esla. Con restos de habitación insuficientes para clasificarlos como villa, presentan el interés de documentar reiteradamente la ocupación medieval del espacio constructivo romano. En sus cercanías, en la "Granja de San Antolín", se instaló en el siglo XI el monasterio de San Antolín, sobre la villa más antigua de "San Lorenzo".
- Fresno de la Vega, en las mismas terrazas orientales del Esla y en las tierras especialmente fértiles de esta zona se documentan hallazgos correspondientes a dos villae tardorromanas en una amplia extensión de terreno, hasta las cercanías de Valencia de don Juan.
- San Millán de los Caballeros, en la margen derecha del Esla, villa con mosaicos tardorromanos en el mismo lugar donde continuó la ocupación medieval hasta la actualidad.
- Villaquejida, emplazada en las mismas terrazas occidentales y con las mismas características que la anterior: villa con mosaicos geométricos tardorromanos, reocupada en la Edad Media.
- Cimanes de la Vega, con similar emplazamiento y abundantes hallazgos tardorromanos, donde también se registra ocupación medieval, de la que perdura la ermita de Santa María.
- San Cristóbal de Entreviñas, en las mismas terrazas de la margen derecha del Esla se emplazó otra villa tardorromana de características semejantes a las anteriores.

En el valle del Órbigo se conocen los asentamientos de:

- La Milla del Río, villa con importantes restos musivarios y otros hallazgos tardíos (broches hispanovisigodos) que hacen pensar en un suntuoso centro residencial de la aristocracia tardorromana.
- Hospital de Órbigo, asentamiento sobre el escarpe del río, inmediato al puente sobre la vía Asturica-Legio, de gran importancia en los tiempos medievales.
- Villoría de Órbigo, en la vega del río, con restos que no permiten una adscripción clara como villa.
- Soto de la Vega, igualmente en la misma vega del Órbigo, en cuyos alrededores aparecieron los terminipratorum de la Cohors IV Gallorum con la civitas Bedunie y la civitas Luggonum.
- Regueras de Arriba, asentamiento cercano al anterior e inmediato al castro prerromano.
- Quintana del Marco, "los Villares", una de las villae de mayor extensión y riqueza de hallazgos musivarios, escultóricos, numismáticos, etc., que permiten considerarla como una lujosa residencia o villa áulica de un possessor en el centro de un gran latifundio.
- La Nora, asentamiento no clasificable claramente como villa, pero asentado en un lugar de gran interés: inmediato al vado del río sobre la vía que conduce hacia Quintana del Marco y Asturica a lo largo del valle del Órbigo.
- Santa Cristina de la Polvorosa, villa de Requejo, con trece mosaicos geométricos, restos pictóricos, termales, etc., que documentan de nuevo un importante asentamiento rústico de la poderosa clase de los domini del Bajo Imperio, construida en los siglos IV-V sobre otro anterior altoimperial. Un sector de la villa también fue reocupado en época medieval.
- Manganeses de la Polvorosa, "Mosteruelo" y "El Pesadero", son pequeños asentamientos rurales en las proximidades de "la Corona", el castro prerromano que domina este tramo final del valle del Órbigo.

Así pues, en época romana se constatan algunas transformaciones en la tendencia ocupacional de los tiempos prerromanos, intensificando la dedicación agraria de las vegas y terrazas más fértiles de los ríos que enmarcan la meseta paramesa. La perduración del habitat castreño en algunos de los castros anteriores parece estar además en relación con la reestructuración de los centros de poder territorial, pues no todos los castros prerromanos permanecen habitados, sino tan sólo aquellos (oppida o civitates de Bedunia, Brigaecio, Comeniacd) que posiblemente reunieran condiciones adecuadas para el control y dominación de las nuevas divisiones administrativas de rango local, en las que podrían inscribirse los campos del entorno más inmediato, a semejanza del territorium de las civitates. De hecho los termini pratorum de época de Claudio que señalizarían los límites entre el establecimiento de la Cohors IV Gallorum (Castrocalbón) con las ciudades de origen indígena de los Bedunensium y de los Luggonum parece reforzar esa idea. En tiempos altoimperiales, por tanto, la implantación colonial romana supondría una nueva jerarquización territorial del ager, utilizando y transformando las bases habitacionales indígenas. Probablemente las tierras del Páramo, en las que no se detecta ninguno de esos centros jerárquicos, quedaran adscritas a algunas de esas nuevas circunscripciones territoriales, como a continuación veremos.

Las tierras altas del Páramo registran, en efecto, una escasa población en esos momentos antiguos, registrándose tan sólo un asentamiento de época romana en Audanzas del Valle, unos kilómetros al sur de Laguna de Negrillos, cuyos escasos restos no permiten una atribución socioeconómica clara, aunque parece indicar una orientación agraria. A ellos pueden sumarse algunos hallazgos epigráficos y numismáticos, como la inscripción supuestamente hallada en Banuncias y el miliario de Cillanueva (de época de Magnentio), que documentan el trazado de la vía romana (Itinerario de Antonino, vías 32 y 34 Astorga-Tarragona-Burdeos) desde Astorga, a través del Páramo: Hospital de Órbigo-La Milla del Páramo-Villar de Mazarife (donde varios autores sitúan la mansión de Valletta, si bien no se conocen restos que lo confirmen)-Banuncias-Cillanueva-Ardón, camino que se documenta frecuentemente en la Edad Media. En Valdefuentes del Páramo fue hallada una moneda hispanorromana (gran bronce: AS) de la ceca de Calagurris, de época de Augusto, sin contexto arqueológico. Otro epígrafe, en escritura cursiva tardorromana posiblemente realizado en época visigoda por su vinculación a este tipo de textos sobre pizarras, fue hallado en Huergas de Frailes, en las terrazas altas del Órbigo, reutilizado en un enterramiento altomedieval. Igualmente se desconocen hallazgos materiales de época tardorromana y visigoda en las tierras paramesas; los más cercanos se encuentran de nuevo en la periferia de este espacio mesetario, en las ciudades de Legio y Asturica, en el castro de Valencia de don Juan, el Coviacense Castrum, donde la población hispanorromana resiste el asedio de las tropas godas de Teodorico II en el 45943, o en villae hispanorromanas como la de La Milla del Río, todos ellos significativos centros de poder en esa época.

Una gran parte de este Páramo estaría, pues, ocupado por monte bajo (básicamente encinar), donde se desarrollarían actividades cinegéticas a las que se refiere alguna inscripción romana de Legio (León) como la conocida ara consagrada a Diana por el legado augustal Quinto Tullio Maximo (162-166) que se vanagloria de sus dotes venatorias dando caza a cabras, ciervos, caballos salvajes y jabalíes "in parami aeqvore". La poética expresión de otra de las caras del ara "aeqvora conclvsü campi divisqve dicavit... " nos hace volver sobre la actuación de los funcionarios de la Legio VII en la reorganización del territorio circundante al campamento legionario, en el que parece quedar inscrito el cercano páramo, al menos en parte y dedicado a saltus silvano y cinegético, actividades acordes con la ideología de la nueva clase funcionarial dominante y su práctica del otium como perfeccionamiento físico e intelectual para alcanzar la virtus que el legado augustal pretende exhibir ante Diana.

En el Bajo Imperio se documenta de manera vivaz la ruptura del equilibrio civitas/territorium y las transformaciones de la organización altoimperial. Si algunas de las quintas conocidas pueden tener un origen anterior al siglo III (Cimanes de la Vega, Santa Cristina de la Polvorosa), la eclosión de la mayor parte de las villae conocidas a lo largo de los siglos IV y V evidencia la intensificación agraria de las tierras y campiñas de vegas y terrazas fluviales de los ríos Esla y Órbigo. La proliferación y pujanza que muestran en estas riberas contrasta con la pérdida de vitalidad de los núcleos urbanos (Asturica, Legio) y de algunos centros intermedios anteriores (Bedunia, Brigaeció). Varias de estas villae leonesas (Quintana del Marco, La Milla del Río, Cimanes de la Vega...), aun sin excavar ni conocerse más que los restos que arranca el arado, dejan entrever (a juzgar por estructuras áulicas, termales, musivarias y otros restos suntuosos) su condición de auténticas quintas palaciegas, residencias (urbs in rurè) de la nueva clase de potentiores. La ostentación de riqueza refleja, sin duda, su poder económico, emanado de la concentración de la propiedad en sus latifundios y de las nuevas formas de producción.

Aunque desconocemos absolutamente el régimen y organización de los nuevos sistemas de explotación, todo indica que no se alejarían demasiado del modelo común a otras partes de Hispania. Ahora bien, a juzgar por las diferencias "materiales" entre estos asentamientos tardorromanos que hemos señalado, podemos suponer también una jerarquización, una nueva reorganización de las explotaciones y de la articulación del territorio. Los asentamientos "inferiores" (a falta de excavaciones, los que no han proporcionado restos, estructuras o hallazgos suntuarios) podrían constituir núcleos rurales dispersos por el fundus {vid, tuguria, casae, u otras formas regionales de quintas, granjas, caseríos, casales...) dependientes o asociados a las grandes explotaciones palaciegas de los domini. Esto explicaría la alta densidad, e incluso proximidad, de estas células de producción, que no pueden clasificarse claramente como villae, en las riberas de los dos grandes ríos y su menor densidad en el Páramo, al parecer aún gran reserva montaraz. Esto no debe llevarnos a interpretar este espacio como "yermo", "desértico" o "improductivo"; la ausencia, en el estado actual de conocimientos, de villas y la escasa presencia de asentamientos "menores" puede explicarse por varias vías. Por una parte, el registro arqueológico puede aumentar con la intensificación de las investigaciones: como "yermo científico" puede más bien calificarse hasta ahora esta región. Por otra, cabe plantear varias hipótesis, en cierto modo complementarias, que expliquen la baja densidad de ocupación: una diferente dedicación agraria, cultivos agrícolas en las vegas y campiñas donde se establecen las villas y las demás entidades menores localizadas, frente a la explotación silvo-pastoril y cinegética del Páramo, continuando y potenciando los honestiores estas prácticas ya conocidas en el alto Imperio. En este sentido, las extensas llanuras paramesas podrían haber formado parte, o haber quedado repartidas, de o entre algunos de los latifundios de su contorno (Quintana del Marco, Cimanes de la Vega, Villaquejida...); hallazgos de asentamientos menores como los de Audanzas del Valle, Banuncias u otros aún desapercibidos, podrían constituir pequeños casales de montería, pastoreo u otras prácticas agrarias. Tampoco cabe excluir la existencia en tan extensa paramera de otros tipos de asentamientos campesinos, no dependientes o vinculados a los latifundios circundantes y, por tanto, "ajenos" en cierto modo al sistema de producción y comercialización, que hubieran generado un registro arqueológico diferente al esperado en las villas (construcciones menos perdurables y détectables, cultura material "no lujosa" en la que estuvieran ausentes vajillas de mesa como las sigillatas, vidrios, etc.).

   2.2. ¿Un Páramo desorganizado? Algunas hipótesis sobre los comienzos de la colonización campesina

En cualquier caso, creemos que esa tradicional dedicación "marginal" del Páramo, que conllevaba su escasa ocupación poblacional, comienza a modificarse, e incluso a invertirse, en el sentido apuntado en la última de las hipótesis expuestas, a partir de la desintegración del poder imperial en Hispania y del sistema de producción hegemónico hasta entonces, regido por los domini de las villas, aunque quizá no tan autosuficiente como se ha pretendido; la presencia de importaciones (sigillatas africanas, gálicas, productos malacológicos, etc. en villas del valle del Duero y cornisa cantábrica), la circulación monetaria y los mismos gustos constructivos indican el mantenimiento y el relativamente importante peso específico del sistema mercantil y tributario en los últimos siglos de la Hispania romana; la intensificación agraria que hemos constatado, la ostentación de riqueza que se percibe en las villas palaciegas, no puede explicarse en términos de "tendencia a la autosuficiencia", sino más bien todo lo contrario, al menos mientras se mantiene el sistema tributario, la annona, el comercio de larga distancia. A mediados del siglo V comienzan a advertirse ya cambios en la anterior organización socioeconómica; algunas de las estaciones arqueológicas señaladas parecen no alcanzar -en el precario estado actual de conocimientos- esa fecha: castros o civitates de Bedunia y Brigaecio, villaey otros asentamientos rurales. Tan sólo se registran ocupaciones o hallazgos que -por escasos que sean- suponen evidencias de habitación en Astorga, León (aparte de la quinta con basílica paleocristiana de Marialba y de la villa de Navatejera, ambas en su territorio inmediato), el Coviacense castrum de Valencia de donjuán, la villa de La Milla del Río y algunos indicios más en otras villas (Campo de Villavidel, Cimanes de la Vega, Fresno de la Vega, Santa Cristina de la Polvorosa)50. Las convulsiones de esa época también se dejan notar en el territorio; en este contexto cabe resaltar las acciones militares de las tropas godas de Teodorico II en su campaña de hostigamiento de los suevos aún al servicio del poder imperial. Después de penetrar en Astorga con engaños, al decir del obispo Hydacio, se dirigen al Castro Coviacense, situado a treinta millas de Astorga, para lo cual hubieron de atravesar el Páramo por la vía ya mencionada (Itinerarios 32-34); allí se encontrarían con la resistencia de la población, desistiendo de su intento de saqueo. El pasaje hydaciano testimonia la persistencia ocupacional y funcional del lugar, sin duda uno de los centros de poder aún vigentes, capaz de suscitar la atracción de los ejércitos germánicos. El hecho de dirigir sus acciones de rapiña hacia tierras palentinas y no hacia los latifundios cercanos, podría interpretarse, de una manera simplista, como lugares carentes de interés y, por tanto, en decadencia; sin embargo, es preciso considerar el tono sesgado de la narración hydaciana, sus propios intereses pro-imperiales que le hacen resaltar determinados acontecimientos y silenciar otros, y -sobre todo- la carencia de datos fiables para contrastar materialmente la supuesta decadencia de los latifundios.

No obstante, observando los escasos elementos de estudio de que disponemos en un proceso de transformaciones de más larga duración, puede apreciarse un gran descenso de vitalidad funcional de los anteriores centros poblacionales y de relaciones de poder y subordinación entre ellos. Aun suponiendo que persistieran en los principales núcleos urbanos o rurales conocidos en el entorno grupos aristocráticos provinciales (sede episcopal asturicense bajoimperial y sueva, grupos monásticos legionenses en época visigoda, latifundistas u otros elementos aristocráticos en La Milla del Río, Marialba, Valencia de don Juan o en algunas villas), no se perciben en los siglos siguientes vínculos de jerarquización y subordinación territorial entre los lugares de habitación con tanta claridad como en las épocas anteriores. ¿Hasta qué punto las clases dirigentes anteriores pueden mantener la organización socioeconómica de sus dominios? La ausencia de testimonios escritos y el silencio del registro arqueológico al uso aboga por una situación de pérdida de control sobre el territorio, esto es, sobre los hombres (campesinos, colonos, etc.) y sobre los bienes y medios de producción. La no percepción de una articulación y jerarquización de los espacios de producción indica no tanto el abandono de los centros de poder y los espacios de producción agraria (hemos señalado evidencias e indicios de su pervivencia) como la incapacidad de reordenar y disponer de esos espacios con las pautas del sistema anterior. Ni las jerarquías provinciales ni las nuevas clases dirigentes "paraestatales" germánicas parecen haber dado muestras de dominación de ésta y de otras grandes áreas periféricas del norte peninsular. Es más, la región Órbigo-Esla parece haber jugado siempre un papel "fronterizo", de contención, entre los espacios de influencia y dominación de suevos y visigodos.

En este contexto de vacío de poder pensamos que debe haber comenzado un proceso de colonización agraria del Páramo a cargo de grupos o comunidades campesinas ajenos a la órbita de las anteriores clases dirigentes. Páramos, campos y montes, antes reservados -como una de las posibilidades expuestas- a las actividades silvo-pastoriles y prácticas cinegéticas de los potentiores que detentaban las tierras y quizás también disponían de los hombres, pueden -ante una falta de definición y ordenación, ante una incapacidad de control físico y jurídico- pasar a ser explotadas más libremente (?) por campesinos independientes. La capacidad de mantener una organización de la producción por parte de los señores locales se restringiría más fácilmente al entorno más cercano, más fértil y previamente organizado (con parcelas, sistemas de cultivo, caminos, graneros, etc.) en las terrazas fluviales donde hemos constatado perduraciones en castros (Coyanca, Fuentes de Ropel), villae (Campo de Villavidel, Cabreros del Río, etc.) y otros asentamientos rústicos, que al más lejano, agreste y "desolado" Páramo.

Por otra parte, pensamos que este proceso de colonización debió comenzar en este periodo intermedio o "interregno" entre dos formaciones políticas y socioeconómicas con la autoridad suficiente para implantar una reordenación y atribución de espacios, unos sistemas y formas de producción que posibiliten la captación de rentas; es decir en el periodo de transición entre el Bajo Imperio y la integración de este territorio en el reino asturleonés. El panorama poblacional de aldeas campesinas que refleja la documentación altomedieval (Fig. 2), a partir del siglo X en que se ha recuperado el registro escrito, es difícilmente explicable por el único efecto de la "repoblación cristiana" o la "inmigración mozárabe", partiendo del conocimiento de la situación anterior. Parece poco justificado que una extensa llanura prácticamente vacía de población y ocupada únicamente por el monte se convierta repentinamente en un área densamente poblada, roturada y puesta en explotación. No es éste el caso de una zona poblada de antiguo que los supuestos "repobladores" quisieran recuperar y pudieran volver a poner fácilmente de nuevo en explotación; ni el área más propicia para presuras "espontáneas" por campesinos pioneros ni aprehensiones "oficiales" dirigidas y sancionadas por los reyes, "populaturas" realizadas por generosos magnates o fundaciones de piadosos monjes52, habida cuenta de la mayor idoneidad -demostrada ya desde las ocupaciones prerromanas- de las vegas y terrazas fluviales del Esla y Órbigo, en las que no se advierte una colmatación excesiva en la misma documentación altomedieval. Por el contrario, los diplomas conocidos —emanados todos ellos de los centros monásticos y episcopales y conducentes a registrar acciones de compraventa, donaciones, sanciones regias de apropiaciones de tierras y hombres o pleitos por el control de aguas, canales, molinos o tierras- evidencian no el surgimiento del poblamiento y las explotaciones aldeanas, sino el momento en que se produce el interés señorial por dichos bienes y medios de producción, a partir de un momento en que dichas clases dirigentes (reyes, condes, obispos, abades, infanzones...) han alcanzado - o recuperado- la fuerza y capacidad para intervenir en el control de los hombres, bienes y medios de producción, así como en la organización del trabajo campesino, para capturar los excedentes de la producción agraria, es decir, el comienzo y los fundamentos de la posesión feudal de tierras y campesinos que ya estaban allí instalados y habían organizado y puesto en explotación el espacio agrario. Desconocemos el ritmo, cronología y pautas de esta colonización campesina, habida cuenta del silencio documental anterior a la acción feudalizadora y de la escasez de evidencias arqueológicas que lo confirmen; naturalmente, como exponíamos más arriba para el periodo romano, las posibles ocupaciones de grupos de campesinos ajenos a las estructuras políticas dominantes no generarían un registro arqueológico clásico fácilmente perceptible con los parámetros y modelos de detección habituales; aun así no faltan ejemplos -como a continuación expondremos- de pequeñas estaciones arqueológicas sin restos constructivos visibles en superficie, sin apreciables transformaciones del paisaje natural, que tan sólo entregan algunos mínimos restos cerámicos -como únicos elementos domésticos, desprovistos de todo carácter "suntuoso"- inclasificables dentro de las series tipológicas al uso, tanto tardorromanas como plenomedievales. Es muy probable, además, que la mayor parte de los primitivos asentamientos campesinos tengan continuidad en los pueblos, aldeas, granjas y casas que -bajo las polisémicas fórmulas de locum, villa, corte, casa, etc. de los diplomas altomedievales- se han perpetuado hasta la actualidad.

NOTA: Recordad que este documento no es mio. Es propiedad intelectual de José Avelino Gutierrez González. Podéis descargar el artículo completo desde este enlace.

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