27 de junio de 2011

La realidad de la lengua leonesa

Buscando por Internet, he encontrado un artículo del diario La Crónica de León con fecha del 26 de Febrero de 2006 donde se cuenta cuál era la situación de la lengua leonesa entre los siglos VII hasta la actualidad. Este resumen es posible gracias un códice del siglo XIII que se encuentra en la Biblioteca del Estado de Baviera.

Os dejo con el articulo, como veréis en versión castellana y en versión llionesa.

La realidad de la lengua leonesa

26/2/2006

(Versión castellana)

Entre los fondos de la Biblioteca del Estado de Baviera, en Alemania, dormita un antiguo códice del siglo XIII que contiene una versión romanceada del Liber Iudiciorum, compilación normativa promulgada por el rey visigodo Recesvinto en el año 654. Este código legislativo sería adoptado a partir del siglo IX por los reyes asturleoneses como norma general para su reino, complementando así el sistema consuetudinario que, como fueros, había ido conformándose en cada villa y ciudad. La lex gothica o Forum iudicum, que es como es conocido entonces en la documentación, distinguió además durante mucho tiempo los territorios del Reino de León de los del Reino de Castilla, aún cuando ambos Estados fueran gobernados por un mismo rey, puesto que en este último nunca se aceptó el marco general que la legislación goda ofrecía. 

Lo que no conocen demasiados leoneses es que las palabras, las frases, los giros y expresiones, cada una de las características fonológicas, morfológicas y sintácticas que nos ofrecen las viejas páginas del códice bávaro no solamente son el reflejo escrito del lenguaje que los notarios, nobles y cortesanos leoneses utilizaban en su comunicación diaria, en aquellos ya lejanos tiempos en los que nuestra región era un poderoso Estado, henchido de palacios, iglesias y catedrales, sino que también son reflejo de las palabras y expresiones que hoy en día muchos de nuestros paisanos — mucho más humildes que aquellos soberbios nobles que entonces nos gobernaban— utilizan aún en conversaciones familiares, en charlas de vecinos y en lamentos de cocina.¿Cómo fue a parar un códice legislativo leonés a las profundidades de los bosques germanos? Es difícil saberlo y más aún relatarlo. Pero también resulta complicado explicar cómo pudo la lengua de todo un Reino, con la que se escribían leyes y se cultivaba la poesía, terminar arrinconada y escondida entre selvas de desprecios y burla, indiferencia y en ocasiones abierta hostilidad.
El leonés es una lengua a la que se conoce con diferentes nombres y ello en ocasiones desconcierta a aquellas personas con un conocimiento deficiente de su historia y situación. Los confunde como suele confundirnos lo que no conocemos, pero en esto no es una lengua excepcional. El propio castellano es conocido también como español y ello no constituye ningún problema para sus hablantes, ni para sus estudiosos. En su caso, el leonés recibe otros nombres como los de asturiano o asturleonés, además de los que sus variantes o dialectos posean con carácter particular (mirandés, bercianu, cabreirés, pachuezu, etc.), pero todos ellos tienen un sentido y explicación a los que se llega profundizando en el conocimiento de su proyección histórica y social.
Su formación fue consecuencia de la recepción por parte de las poblaciones autóctonas ástures de la lengua latina que Roma impuso en todos sus dominios. En un largo proceso de transformación, los diferentes sustratos poblacionales de las distintas regiones del Imperio fueron las bases de color en las que los pinceles de la lengua de Horacio y Cicerón, pero también de legionarios, mercaderes y funcionarios anónimos, crearon el cuadro de diversidad cromática y de matices que hoy llamamos Romania, y en la que el leonés se hermana con el gallego, el castellano, el catalán o el francés.
Hay muy pocos leoneses que conozcan que muchas de las palabras que los habitantes de esta región utilizan aún hoy entremezcladas entre el castellano con el que habitualmente se comunican, son palabras de aquel antiquísimo idioma de los códices medievales. Y menos aún son los que entienden que el leonés, el nombre con el que habitualmente se conoce en esta tierra a este idioma, no es simplemente un disperso conjunto de pintorescas palabras. La gente que ha tenido acceso a alguna mínima información sobre la cuestión no cae de ninguna de las maneras en semejante error, como no caería en el de juzgar a la lengua inglesa por las pocas o muchas palabras que por razones, igualmente de carácter social, un joven de nuestro tiempo puede incorporar a su vocabulario cotidiano. No debemos confundir al leonés con el uso que podemos hacer del leonés.
Cierto es que hoy en día, cuando el castellano se ha convertido en la lengua mayoritaria y habitual de León, mucho del uso que del leonés se sigue haciendo entre nosotros, se limita a la incorporación en la expresión básica castellana de vocablos o locuciones leonesas. En ocasiones éstas se producen por déficit en el conocimiento del castellano y por tanto con desconocimiento del préstamo que se está incorporando, pero en otras es porque el propio hablante juzga que el término leonés tiene una mayor rentabilidad comunicativa en esa situación concreta. Pero además de en estas ocasiones, en muchas partes de Asturias, de León, de Zamora y del territorio de Miranda do Douro, en Portugal, hay todavía hombres y mujeres cuya expresión cotidiana se realiza con carácter general con las características fonológicas y bajo las normas gramaticales del idioma en que se escribió la versión en leonés del Fueru Iulgu. 
Aún hoy día hay gentes que hablan habitualmente el leonés.Detrás de esa realidad cultural y lingüística, de esa nueva manifestación de la diversidad de España, hay personas, hay individuos, y por tanto detrás de la afirmación de que en el año 2006 hay personas que hablan leonés, hay una cuestión profunda y sustancial de derechos civiles. Reconocer su existencia es reconocer en realidad el derecho de esos hombres y mujeres a expresarse en su propia lengua natal, a acceder a la educación en las mismas condiciones que a aquellos otros ciudadanos con otra lengua natal española hoy nadie les discute. A no ser discriminados y a no tener que partir un paso por detrás en la carrera de la promoción social. Y además, junto al derecho de esos leoneses que hablan el leonés, con conciencia de esta circunstancia o no, está el derecho de todos, de absolutamente todos los leoneses, a conocer esta realidad. 
El derecho a saber cuál fue nuestra historia colectiva, a no ser desinformados ni confundidos, a que no se nos niegue la posibilidad de volver a hacer nuestro todo ese bagaje cultural que un día portaron nuestros antepasados. Y éste es un derecho al que no tenemos —en mi opinión, no debemos— por qué renunciar.

(Versión llionesa)

Entre los fondos de la Biblioteca del Estáu de Baviera, n’Alemania, dormita un antiguu códice del sieglu XIII que contien ña versión romanciada del Liber Iudiciorum, compilación ñormativa promulgada pullo rei visigodu Recesvintu ñel añu 654. Esti códigu lexislativu serié adoptáu dende’l sieglu IX pullos reis asturllioneses cumu ñorma xeneral pal sou reinu, complementando asina’l sistema consuetudinariu que, cumu fueros, fora conformándose en cada villa y ciudá. La lex gothica ou Forum iudicum, que ye cumu ye cuñocíu nestoncias ña documentación, distinguíu amás a lo llargo de mueitu tiempu los territorios del Reinu de Llión de los del Reinu de Castiella, on cuandu entrambos Estaos foran gobernaos por un mesmo rei, yá que ñesti últimu ñunca s’aceptóu la marcación xeneral que la lexislación goda ufrecié.
Lo que ño cuñocen demasiaos llioneses ye que las palabras, las frases, los xiros y espresiones, cad’uña de las características fonolóxicas, morfolóxicas y sintácticas que ños ufrecen las vieyas páxinas del códice bávaru ño solamente son l’espeyu escritu de la fala que los ñotarios, ñobles y cortesanos llioneses utilizaban ña sua comunicación diaria, ñaqueillos yá allonxaos tiempos ños que la ñuesa rexón yera un poderosu Estáu, impláu de palacios, igresias y catedrales, siño que tamién son espeyu de las palabras y espresiones que houguañu mueitos de los ñuesos paisanos — mueitu más humildes qu’aqueillos soberbios ñobles qu’entóncenes ños gobernaban— utilizan tovía en conversaciones familiares, en charradas de vecinos y en llamentos de cocina.¿Cúmu fuei a parar un códice lexislativu llionés a las profundidaes de los brosques xermanos? Ye difícil sabelu y on más relatalu. Pero tamién resulta complicáu esplicar cúmu pudo la llengua de todu un Reinu, cuña que s’escribién lleis y se cultivaba la poesía, terminar arrequeixada y escondida entre selvas de desprecios y burla, indiferencia y ñ’oucasiones abierta hostilidá.
El llionés ye una llengua la que se cuñoz con diferentes ñomes y eillo de cuando en vez desconcierta a aqueillas presonas con un coñocimientu deficiente de la sua hestoria y situación. Confúndelos cumu suel confundiños lo que ño cuñocemos, pero ñesto ño ye una llengua escepcional. El propiu castellanu ye cuñocíu tamién cumu español y eillo ño costitui ñingún problema para los sous falantes, ñi pa los sous estudiosos. Ñu sou casu, el llionés recibe outros ñomes cumu los d’asturianu ou asturllionés, amás de los que las suas variantes ou dialectos poseyan cun carácter particular (mirandés, bercianu, cabreirés, pachuezu, etc.), pero todos eillos tienen un sentidu y esplicación a los que se chega profundizando ñu cuñocimientu de la sua proyeición hestórica y social.
La sua formación fuei consecuencia de la recepción por parte de las poblaciones autóctonas ástures de la llengua llatina que Roma impuso en todos los sous dominios. Ñun llargu procesu de tresformación, los diferentes sustratos poblacionales de las distintas rexones del Imperio foron las bases de color ñas que los pinceles de la llengua d’Horacio y Cicerón, pero tamién de lexonarios, mercaderes y funcionarios anónimos, crearon el cuadru de diversidá cromática y de matices que güei chamamos Romania, y ña que’l llionés hermánase cuño gallegu, el castellanu, el catalán ou’l francés.
Hai mui poucos llioneses que cuñezan que mueitas de las palabras que los habitantes d’esta rexón utilizan tovía güei envueltas entre’l castellanu cuño qu’habitualmente se comunican, son palabras d’aquel antiquísimu idioma de los códices medievales. Y on menos son los que entienden que’l llionés, el ñome cuño qu’habitualmente se cuñoz ñesta tierra a esti idioma, ño ye simplemente un dispersu conxuntu de pintorescas palabras. La xente que touvo accesu a alguna mínima información sobre la cuestión ño cai de ñinguna de las maneiras en tal error, cumu ño cairié ñu de xulgar a la llengua inglesa pullas poucas ou mueitas palabras que por razones, igualmente de carácter social, un rapá del ñuesu tiempu puede incorporar al sou vocabulariu cotidianu. Ño debemos confundir al llionés cul usu que podemos facer del llionés.
Ciertu ye que güei en dié, cuando’l castellanu cunvertíuse ña llengua mayoritaria y habitual de Llión, mueito del usu que del llionés síguese faciendo entre ñosoutros, llimítase a la incorporación ña espresión básica castellana de vocablos ou locuciones llioneses. Ñ’ocasiones éstas prodúcense por déficits ñu cuñocimientu del castellanu y por tanto cun descuñocimientu del empréstamu que s’está incorporando, pero ñ’outras ye porque’l propiu falante xulga que’l términu llionés tien una mayor rentabilidá comunicativa ñesa situación concreta. Pero amás de ñestas oucasiones, en mueitas partes d’Asturies, de Llión, de Zamora y del territoriu de Miranda l Douro, en Portugal, hai tovía homes y muyeres cuña expresión cotidiana feita con carácter xeneral cuñas características fonolóxicas y baixo las ñormas gramaticales del idioma en que se escribíu la versión en llionés del Fueru Iulgu. 
Tovía güei hai xentes que falan habitualmente’l llionés.Detrás d’esa realidá cultural y llingüística, d’esa ñueva manifestación de la diversidá d’España, hai presonas, hai individuos, y por tanto detrás de la afirmación de que ñel añu 2006 hai presonas que falán llionés, hai ña cuestión profunda y sustancial de dreitos civiles. Recuñocer la sua esistencia ye recuñocer en realidá’l dreitu d’esos homes y muyeres a espresase ña sua propia llengua ñatal, a acceder a la educación ñas mesmas condiciones qu’a aqueillos outros ciudadanos cun outra llengua ñatal española güei ñaide-yes discute. A ño ser discriminaos y a ño tener que partir un pasu pur detrás ña carreira de la promoción social. Y amás, xunto al dreitu d’esos llioneses que falan el llionés, cun cuncencia d’esta circunstancia ou ño, tá’l dreitu de todos, d’absolutamente todolos llioneses, a cuñocer esta realidá. 
El dreitu a saber cuál fuei la ñuesa hestoria colectiva, a ño ser desinformaos ñi confundidos, a que ño se ños ñegue la posibilidá de volver a facer ñuesu todu ese maletu cultural qu’un dié portoron los ñuesos antepasaos. Y ésti ye un dreitu al que ño tenemos —ña mié oupinión, ño debemos— por qué arrenunciar.

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